El río Ebro, fuente de riqueza de estas tierras y de las gentes que la han habitado desde tiempos antiguos, se ha convertido en una pesadilla para pueblos cercanos que viven de la agricultura.
Especialmente para los pueblos ribereños de Aragón, los cuales se ven gravemente afectados por las ya frecuentes inundaciones. Cada año llegan crecidas que inundan miles de hectáreas en municipios ribereños de su tramo aragonés.
Estas crecidas e inundaciones provocan pérdidas millonarias. Si nos remontamos hacia atrás, hasta hace menos de 20 años, las inundaciones de gran envergadura se producían cada muchos años, a menudo tenían que pasar décadas. Hubo una inundación muy grave en el año 1930; la siguiente, en las navidades de 1960. Años después, llegó la de 2000, pero desde ese año hasta 2007 hubo dos grandes inundaciones. Y desde el año 2007, es frecuente que se inunden miles de hectáreas e incluso el agua llega a desbocarse afectando cascos urbanos, con más o menos intensidad.
La razón por la cual ocurren estas inundaciones, principalmente se debe, a que el río no se limpia; entonces se produce la acumulación de materiales de arrastre, vegetación y tierras. Otra razón es que el cauce ha ido perdiendo progresivamente capacidad de desagüe, y en el lecho del río la maleza, los materiales de arrastre y los sedimentos acumulados afectan seriamente. Por ello es necesario presentar un proyecto global de limpieza, y dicho plan requeriría estudios de impacto medioambiental segumiento ambiental.
La limpieza y el dragado de sedimentos acumulados durante años en el lecho del río es una medida necesaria, aunque algunos apuntan a otro problema estructural; y señalan que la cuenca del Ebro ,no está suficientemente regulada. Conlleva a la situación de embalses que llevan décadas esperando. Según el Pacto del Agua de 1992, se aprobó una lista de embalses que había que construir en Aragón, pero los proyectos han terminado con décadas de demora. Los embalses no solo sirven para recoger el agua en los meses prósperos lluviosos, además cada año se dejan correr al mar abundantes caudales en momentos de crecidas por no poder embalsarlos y así amortiguar los efectos de las riadas.
Los desbordamientos del Ebro cada vez son más frecuentes, y eso repercute en que la agricultura se vea gravemente perjudicada año tras año. Sin mencionar las pérdidas de los pueblos ribereños aragoneses, que ascienden a 150 millones de euros en tan solo diez años.
La situación ha llegado a un punto extremo. Ya que en los pueblos aragoneses ribereños del Ebro las pérdidas económicas se producen desde hace años por culpa de inundaciones que se pueden evitar si el cauce vuelve a estar en condiciones.